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DISPAROS AL AIRE

(A propósito de la época de Navidad y Año Nuevo)

Todo proyectil lanzado por un arma de fuego tiene como objeto causar daño.

Durante una clase, mientras comentaba acerca de los peligros de los disparos al aire, un alumno preguntó por qué motivo eran peligrosos si no se tiraba a nada.

La imagen mental que supone que un tiro al aire es como tirar a nada, sería balísticamente válida si la velocidad inicial fuese infinita, de manera que el disparo siguiese indefinidamente hacia el espacio exterior. Esta falsa imagen se ve incrementada porque la bala no se ve, lo que sería como si, además de tirar a la nada…no tirásemos nada.

Basados en esa premisa, los disparos al aire – sean de advertencia en el caso de los vigilantes, o de festejo, en el caso de los borrachitos que nos atañen – pueden ser letales o causar daños.

En el ámbito jurídico, el concepto de disparar al aire lamentablemente se utiliza a menudo, existiendo jurisprudencias donde fundamentando el fallo, el juez expresa que el imputado debería haber disparado al aire antes de ….

Este accionar suele ser aconsejado también erróneamente por abogados penalistas, cuando tratan el trillado caso de una intrusión domiciliaria, con nocturnidad, como la mejor forma de hacer huir al ladrón.

Existe una conjunción de motivos físicos, anatómicos y circunstanciales, que hacen que los disparos al aire sean todos potencialmente mortales para los seres humanos.

La máxima velocidad

La trayectoria de un proyectil de arma de fuego tiene forma de parábola, debido a la atracción de la fuerza de gravedad que actúa sobre él apenas sale por la boca del cañón.

Las balas adquieren la velocidad máxima en la boca del cañón, comenzando la desaceleración a partir de ese momento, motivada principalmente por la resistencia del aire.

A partir de ese momento describe una curva ascendente hacia nada, ganando altura. En el vértice, el proyectil alcanza su máxima altura, manteniendo cierta velocidad remanente, para luego comenzar a caer.

A partir del momento en que cae, comienza a adquirir una nueva aceleración, debido a la atracción de la gravedad. Es aquí cuando la bala que fue disparada al aire o hacia nada, se dirige con velocidad cada vez mayor hacia algo: un punto de la tierra desconocido para el tirador.

En efecto, en su ascenso el proyectil pasó por sobre edificios, plazas, jardines, centros comerciales y ahora se está dirigiendo hacia abajo, para impactar en algo absolutamente fuera del control del tirador que había disparado a nada, por ejemplo un techo, el pavimento, césped de una plaza o…un ser humano.

Si una bala del calibre 38L, el más común en nuestro medio, se dispara de forma horizontal, será capaz de recorrer unos 200 metros antes de caer.

Si usted efectúa el tiro al aire con una inclinación del brazo de aproximadamente 35 a 45 grados, estará multiplicando varias veces el alcance del proyectil, pudiendo alcanzar hasta 1.000 metros, con lo cual herirá a una persona de otro barrio y no se enterará.

Si el disparo al aire se realiza con el brazo totalmente extendido hacia arriba, en posición vertical, el proyectil ascenderá hasta donde su impulso lo permita, se detendrá un instante en el aire, y empezará a caer libremente atraído por la fuerza de gravedad.

En balística, las velocidades iniciales de las balas varían entre sí, aún entre tiro y tiro. En este aspecto influyen la temperatura ambiente, la del cartucho, la desigualdad entre las vainillas que hace variar la presión, la cantidad y tipo de pólvora, su densidad, condiciones de humedad, tipo y calidad del fulminante, largo del cañón, desgastes de la recámara y de las estrías, presentación de la bala en recámara, etc.

Por lo tanto, estas velocidades iniciales hacen que los proyectiles salgan de la boca de las armas, entre poco menos de 300 m/s a más de 1000 m/s según sus tipos.

Algunas leyes físicas:

Al caer, la bala incrementa su velocidad de acuerdo con la fórmula de la aceleración de la gravedad:

Velocidad de caída = Raíz cuadrada de 2gh

donde:

g = fuerza de gravedad = 9.81 metros por segundo cada segundo

h = altura alcanzada por el proyectil.  = 400 metros (calibre 38L)

El resultado sería de 88.59 metros por segundo como velocidad de caída.

Un proyectil que viaje a 36 metros por segundo alcanza a romper la piel; si viaja a 72 m/s romperá el hueso del cráneo.

Piense en todo ello antes de cometer la estupidez de disparar, o ver a otro como lo hace, este 31 de diciembre.

 

Fuente: Ignacio Sánchez