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Seguridad Privada

El Heraldo: ‘Serenos’, ‘superhéroes’ de silbato, bolillo, agua y café

Un pacto verbal con los vecinos da el aval para que los ‘serenos’ vigilen las cuadras de muchos barrios de la metrópolis nocturna barranquillera. La edad y la falta de experiencia se convierten en la principal barrera para que estos ‘guachimanes’ de oficio no sean bien vistos para enfilar las “tropas” de una compañía de vigilancia constituida legalmente.
Se estima que por cada 100 vigilantes que trabajan con una empresa de seguridad legal en Barranquilla, existen 9 celadores que ejercen esta profesión sin estar debidamente acreditados para tal fin.

Según la Asociación Colombiana de Seguridad, Asosec, y la Red de Apoyo de Vigilancia, existen en la ciudad más de 1.000 hombres que se dedican a ser celadores ‘informales’, que mantienen una constante: han sido obreros, vendedores y trabajadores de oficios varios, que vieron en esta labor la oportunidad para salir adelante.
Estas personas no aprendieron las destrezas ni pudieron capacitarse con los conocimientos necesarios para desempeñarse con eficiencia en las diferentes responsabilidades y tareas propias que demanda la seguridad. Sin embargo, son muchas las personas que, dado el bajo costo de los servicios que ellos ofrecen, deciden poner su seguridad en las manos de estos ‘guachimanes’.
En el área metropolitana de Barranquilla, según Asosec, existen 134 compañías registradas legalmente que ofrecen servicios de seguridad, de las cuales 68 empresas están destinadas al sector de la vigilancia. Más de 9.000 guardias oficiales de seguridad están capacitados para este fin. De estos, 3.000 trabajan solamente de noche.
El ‘sereno’ Boom. De manera inusual, la noche barranquillera –en la que se realizó este trabajo- estuvo envuelta por una delgada neblina que dejó la lluvia que cayó durante la tarde.
Son las 10:00 p.m. y a lo lejos se oye un silbido que se avecina. Es el sonido que representa seguridad a cientos de familias que no tienen cómo pagar los servicios de una empresa de vigilancia privada.
Sobre una bicicleta aparece un personaje con una braga azul que, mientras pedalea, inhala una gran cantidad de aire que posteriormente exhala de manera forzada a través de un pito. Se trata de Juan Luis Boom, el vigilante que patrulla las noches en el barrio Limoncito desde hace diez años y medio.
Cuatro horas antes, él estaba en su casa, en el barrio la Luz, realizando el inventario de los implementos que necesita tener para cumplir a cabalidad su oficio durante la noche: un silbato, bolillo, agua, y café. La lista está completa. Sale de su casa a trabajar, no sin antes detenerse para realizar su ritual de costumbre.

Mientras atraviesa la puerta para salir a la calle, se persigna empuñando la mano que lleva a su boca de forma automática. Un amén da fe de la encomienda que todos los días le hace a su Dios.
Boom es un celador, un ‘sereno’, como se le conocía en tiempos anteriores, que debido al aumento del desempleo y la delincuencia, le tocó arriesgar su vida para poder llevar el pan a su casa y cuidar la vida de los moradores de un sector.
Él no regula el alumbrado público, ni suele anunciar la hora, ni las variaciones atmosféricas, como lo hicieron sus antecesores. Esa función está “descontinuada”. Hoy solamente se dedica a custodiar las viviendas del sector.
La faena. Antes de que llegue la medianoche, Boom ha dado más de 10 rondas a la manzana. Cada 15 minutos realiza el mismo ejercicio hasta las seis de la mañana.
Con 59 años, contextura delgada y 1.73 metros de estatura, este personaje a lo lejos parece ser la antítesis del famoso superhéroe de Ciudad Gótica. Sin embargo, comenta que sus “patrones” lo ven así, como el “guardián”. “Muchos me agradecen por la labor que cumplo en esta comunidad. Yo los cuido, esa es mi obligación”.
“Hoy día es mucho más difícil ejercer esta profesión, los niveles de intolerancia y violencia en las personas han crecido mucho. Gracias a Dios nunca he tenido que enfrentar una situación muy arriesgada. Considero, y aunque parezca ridículo, que el diálogo y la palabra siguen siendo la mejor arma para contrarrestar estos episodios”, dice, haciendo uso de las virtudes de un buen ciudano.
Señala que “jamás” ha tenido que usar la violencia física para contener algún problema. “El bolillo lo cargo encima para darle prestigio al uniforme, pero si en algún momento toca estrenarlo, no quedará de otra”, comenta.
Este vigilante, aunque no ha tenido que pasar por experiencias “arriesgadas”, asegura que las noches de Barranquilla “tienen su peligro” y atribuye su buena suerte al ritual aquel que realiza al salir de su hogar.
“Dios siempre me acompaña en el trabajo, sin dudas él es el del éxito”.
Relata haber trabajado en muchos oficios. Desde jardinero hasta vendedor de queso. No obstante, esta ha sido la profesión que más lo ha “llenado”.
No le interesa escuchar a quienes dicen que su trabajo es ilegal. “Yo no robo, más bien cuido para que no roben y tampoco mato, evito que eso suceda”, añade.
El sueldo de Boom corresponde a lo que recoge cada quince días en 30 casas del barrio que vigila. Las familias le dan cada quincena 25 mil pesos, que comparte con un compañero que le ayuda todas las noches en la faena.
Trabajó para varias empresas de vigilancia privada durante 17 años, pero en los últimos dos empleos sus jefes alegaban que “ya no daba rentabilidad” y hace un año y medio quedó desempleado. Ahí fue cuando decidió armar su propia empresa de vigilancia, ‘Servi Seguridad JLBoom’. “No pretendo hacerme millonario, solo quiero ofrecer un servicio honesto de lo que sé hacer”.
Un trabajo “ilegal”. Varias personas alegan que los vigilantes de silbatos y bolillos no tienen la capacitación ni el respaldo para las tareas que requiere prestar un servicio eficiente.
Gabriel Berrios, presidente de Asosec, asegura que en las próximas semanas comenzarán con una campaña de información para que la ciudadanía conozca cómo se dan las contrataciones de estos servicios de seguridad legales.
“Desde esta asociación entendemos la situación de estos vigilantes de barrios porque es el único oficio que les permite llevar el sustento a sus hogares, pero también hay que entender que, como gremio, debemos estar al margen de la legalidad”.
El funcionario señala que de manera “desafortunada” en la Región Caribe proliferan muchos ‘serenos’ que trabajan de manera ilegal debido a muchos factores, “pero hay que reconocer, que estas personas no gozan de los beneficios que ofrece estar en la legalidad”, explicó.
Sin embargo, Boom y sus más de 1.000 “colegas”, continuarán pitando todas las noches por las barriadas de Barranquilla, protegiendo de robos y posibles asaltos; evitando peleas y prestando auxilio a todo aquel que haya decidido contratar sus servicios.