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EL CRECIMIENTO A TRAVÉS DEL DUELO
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El crecimiento a través del duelo

Superar el duelo a través de la Resiliencia y el Crecimiento a mis hermanos, de mi familia y a quienes la siguen amando, fue el reto impuesto hoy, hace dos años cuando nuestro amada madrecita dejó este plano, y completamente seguros que desde la eternidad nos sigue y continuará acompañándonos, cuidándonos y amándonos hasta el momento en que nos podamos reunir nuevamente, ella es Cecilia Norman de Boshell, quien es una de las responsables de nuestra formación, especialmente en lo emocional, que nos ha permitido tomar decisiones cruciales en momentos críticos, no solo en lo personal, sino además en lo profesional y que han repercutido en su gran mayoría positivamente, en otras como oportunidades para dar continuidad con nuestra vida. (El crecimiento a través del duelo)

Homenaje a mi madre en el segundo aniversario de su partida

Al relatarles mi historia, quiero remontarme a pocas semanas de la pérdida del ser amado, las afectaciones físicas, médicas, pero especialmente emocionales fueron perceptibles, y se vieron reflejadas así fuera parcialmente en lo que decía, lo que pensaba y en la forma como actuaba. Ante la pérdida de un ser amado es inevitable entrar en un proceso de duelo, que es una experiencia no sólo íntima, sino que está tan reprimida socialmente en nuestra cultura, que, a pesar de ser tan común, suele ser novedosa y desconocida, porque casi nunca se le confía a nadie por completo. Nos movemos en el tabú de la muerte, de la que no se puede hablar, y en el estado del bienestar, lo que supone que cualquier alejamiento de esa supuesta situación idílica debe ser reprimida y negada.

Doliente

Para el doliente que acaba de sufrir una pérdida, o que lleva poco tiempo en duelo, resulta difícil pensar en el duelo como un proceso en el que pueda existir un crecimiento, incluso esta idea puede resultar dolorosa. Nuestra intención no es mirar en positivo una circunstancia como la muerte -que carece de lado positivo-, ni tampoco relativizar o minimizar el dolor. Tampoco queremos decir que todo aquel que sufre un duelo esté llamado a experimentar un proceso de crecimiento personal cuando el dolor disminuye, ni que el duelo implique necesariamente crecimiento.

Lógico-racional

Esas primeras semanas por lo general nos llevan a instalarnos en un mundo que se cree mágico, muchos de los fenómenos que nos suceden los solemos vivir como egosintónicos, es decir, como normales y aceptables. Pero como la activación de esta mente mágica no borra completamente la mente lógico-racional, la persona sabe que todo aquello que para ella es natural en ese momento, no es aceptado ni comprendido por su entorno, por lo que va a callar, temiendo la reprobación social y, sobre todo, la catalogación como enfermo mental, que es lo que nuestra cultura hace, con todas aquellas conductas que se salen de sus rígidos esquemas de normalidad. Es decir, que la diferencia entre la persona en duelo y la persona sin duelo es cuestión de grado. Ambas utilizan continuamente su mente mágica a diario, pero mientras el deudo está totalmente invadido por ella, puesto que, para él, lo único que existe es la pérdida de la relación con el fallecido, la persona sin duelo puede emplear el pensamiento lógico-racional en otros campos, con mayor frecuencia. Esto es, que pasa continuamente de un razonamiento mágico a un razonamiento lógico-racional sin solución de continuidad, mientras que el deudo, dado su especial estado afectivo, se ve predominantemente dominado por el razonamiento mágico. (El crecimiento a través del duelo)

Fase de Shock

En esas primeras semanas que pudieron llegar a ser unos meses, luchamos por superar esa fase de shock y negación, donde predomina la negatividad y el aturdimiento, que producía intensos sentimientos de separación y una amplia variedad de comportamientos que transitaban entre la añoranza, protesta, hasta poder llegar a la labilidad.

Luego entramos y superamos la fase de angustia aguda de aislamiento, que comenzó cuando nos dimos cuenta de la futilidad de nuestros sentimientos y comportamientos anteriores. Esta fase aguda duró varias semanas, dando paso de manera gradual a un reordenamiento o mejora y a la posibilidad de seguir adelante en nuestra vida.

Reorganización

Entramos en la fase de reorganización, donde asumimos el verdadero significado de nuestra pérdida y lo que implicó, marcando el comienzo de esta nueva etapa en la que tratamos de recuperar nuestra vida previa, ser más conscientes del trabajo, asumimos antiguos roles y asumimos nuevos, comenzamos a entender que debíamos continuar, con mayor fuerza.

Resiliencia

Ha sido clave la “resiliencia”, la capacidad del ser humano para reponerse de las adversidades y salir fortalecido de ellas. En estos meses se ha convertido en una forma de vida, pasamos de escucharlo a practicarlo en múltiples actividades. Nuestro objetivo se centró en entender que el dolor disminuye y la aceptación se va arraigando, de esta manera pudimos tener una visión más amplia del duelo, de nosotros mismos y de la vida. En el momento que el dolor decreció, permitiéndonos ver el camino que tenemos por delante y observar nuestro propio proceso con cierta distancia y es ahí, en ese momento que decidimos iniciar un proceso de crecimiento personal. Estoy seguro de que eso es lo quería que mi mamita hiciéramos.

El duelo

Comprender que el duelo es una crisis vital importantísima y se caracteriza fundamentalmente por tambalear las bases que sustentan la vida interior de la persona. El duelo no sólo consiste en atender la ausencia de quien ha fallecido, también es todo lo que se añade alrededor de la pérdida. (El crecimiento a través del duelo)

Acertadamente Pilar Pastor, psicóloga de FMLC, nos dice que se trata de revisar nuestros esquemas vitales, es decir, la forma en que entendemos la vida y el mundo a raíz de la muerte de un ser querido. Esto permite que, una vez el dolor haya disminuido, el doliente pueda reordenar sus valores, observar su vida, sus relaciones y a sí mismo. A partir de ahí comienza un trabajo interno encaminado a responder una pregunta que marcará el camino del trabajo personal: ¿Cómo quiero vivir mi vida a partir de ahora?

Disminuir el Dolor

Para comenzar este proceso es necesario que el dolor haya disminuido y que el doliente pueda repasar lo ocurrido con una mayor serenidad, a menudo conseguida tras haber aceptado y colocado lo sucedido en nuestra línea vital. Desde esa posición se puede observar el duelo desde fuera. Sólo así el doliente puede tener una perspectiva global de lo ocurrido, de la relación con el fallecido, de sí mismo, etc. Con esa actitud de observación y aceptación es como si el doliente pudiera acceder a una revisión más interna de su vida. Independientemente del trabajo personal que decida o no emprender, hay un conjunto de cambios a nivel profundo que suelen darse en las personas que han elaborado un duelo, que se sienten mucho más cercanos al dolor de los demás, más empáticos y humanos. El hecho de haber estado en contacto con el dolor más profundo y haberlo elaborado nos hace más sensibles al de los demás.

Agradecimiento

Por esta razón, cuando las personas sienten que han curado una herida emocional muy profunda relacionada con una pérdida o un trauma, a menudo desarrollan la necesidad de hacer algo por los demás. En este sentido, el agradecimiento y la ayuda al otro que sufre le permiten dar un sentido a su dolor y, por tanto, redunda en una sanación más integral y profunda que lleva al fortalecimiento de la persona tras la experiencia de sufrimiento intenso.

CARLOS A BOSHELL NORMANAsosec.