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¿Quieres fidelizar clientes?, preocúpate por tus empleados

El éxito de una empresa depende del nivel de compromiso de sus empleados, lo cual se logra con un liderazgo efectivo. Ya no hay posibilidad de seguir fallando en la gestión de personas y su liderazgo.

“Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y a ser mejores; eres un líder”.
– Jack Welch-

Piense, antes de comenzar a adentrarnos en este texto, si los medios de comunicación de épocas pasadas eran siquiera similares a los que hoy en día utilizamos. O para no ir más allá, si la forma en la cual aprendemos actualmente, en la que a unos cuantos clicks de distancia encontramos un universo lleno de información, se podría comparar con la época en la cual había un acceso restringido a los libros y éstos eran la única esperanza de la iluminación.

Por estas transformaciones tan contundentes a lo largo de la historia, es que las organizaciones se han visto obligadas a reorganizar todos sus procesos internos, teniendo en cuenta las nuevas exigencias del entorno social, cultural y tecnológico; sin olvidar nunca las nuevas necesidades y requerimientos de los clientes.

Precisamente, hace unos días navegando por Internet, me encontré con una charla de Isaac Getz en TED, profesor de liderazgo y gestión de la innovación en la Escuela de Negocios ESCP Europa y co-autor del libro Freedom Inc. Getz, en la cual mencionó los diferentes tipos de empleados que existen y la importancia de tenerlos satisfechos a todos.

Él, realizó una investigación por más de 5 años y su propuesta se dirige hacia lo que él llama las organizaciones “libres”. Su tesis se basa en la “libertad” de cada empleado para tomar decisiones y emprender acciones de forma responsable y que considera son las mejores para la empresa. Según su teoría, el éxito de una empresa depende del compromiso de los empleados y basado en esto expone lo siguiente:

• Un 27% de los empleados se levantan por la mañana sonriendo porque pueden poner en marcha sus ideas e iniciativas en la empresa. No esperan instrucciones, sino que saben lo que tienen que hacer.

• Un 59% de los empleados van a la empresa diariamente a simplemente hacer lo que se les pide. Sin más, ni menos. Cumplen sus cometidos y horarios, y se van.

• El 14% restante, son los que están activamente no-comprometidos. Estas personas van a trabajar y sabotean el trabajo de sus compañeros que están comprometidos con la empresa.

Es una realidad en la cual se debe reflexionar, pues es lo que se vive actualmente en las organizaciones, y si no se le presta especial atención, podría ser demasiado tarde. Basta solo con escuchar la charla entre dos o tres trabajadores por unos minutos, para presenciar todo tipo de quejas frente a su situación laboral. Y las empresas siguen invirtiendo millonarias sumas en técnicas para evitar que esto ocurra, evidentemente sin el resultado esperado.

Pero, ¿Qué hay detrás de una situación así?, sencillo, un liderazgo muy pobre.

Por cruda y tajante que suene la respuesta, la labor de un líder está directamente relacionada con los resultados que se obtienen, y evidentemente si la labor de un líder es óptima los resultados cada vez serán mejores.

Y es acá donde no podemos tener marcas del pasado y así como la realidad cambiante, el liderazgo debe evolucionar de ser una gestión atada a los procesos, a ser un fruto de la sociedad cambiante así como un puente directo a las revoluciones que se viven en la cultura.

El “poder” que actualmente ostentan las personas supera todo entendimiento, pues existe una conexión constante con otras personas, hay empoderamiento absoluto del entorno profesional y las técnicas para hacerlo valer y ni hablar del rol de jefes, que ya no es una cuestión de jerarquía sino de trabajo en equipo, olvidemos el “sí señor”. Así que las nuevas reglas del juego no serán una tormenta pasajera, sino un determinante en el futuro de las organizaciones.

Ya no hay posibilidad de seguir fallando en la gestión de personas y su liderazgo, pues podemos estar perdiendo cosas valiosas. Por eso hay que tener en cuenta lo siguiente:

• La vinculación de nuestros equipos es la sangre de nuestra organización. Más productividad, más eficacia y mejor valoración de los clientes quienes son directamente proporcionales a la motivación de los mismos.

• Diferentes tipos de trabajadores necesitan diferentes estrategias de vinculación. Jóvenes y mayores no valoran lo mismo a la hora de proponerles cómo mejorar su motivación.

• La vinculación es el indicador de mayor impacto en los resultados que nuestra compañía va a obtener, por delante de las políticas de beneficios que seguramente ya tenemos en marcha.

• Sin enseñarles a jugar, nuestros equipos no estarán preparados para vincular a los clientes. Nadie nace enseñado y suponer que las personas que trabajan con nosotros saben qué hace la compañía en la que trabajan, por el hecho de pertenecer a ella, no hará más que ahondar la frustración de no cumplir las expectativas.

• Gerentes y líderes marcan la diferencia. Enfocarse en las fortalezas de los empleados, reduce significativamente el desinterés por su trabajo y podría llegar a doblar el número de personas vinculadas con su labor.

No hay una fórmula fácil para cambiar hábitos en las compañías. Pero que no sea fácil, no quiere decir que no tengamos que abordarlo y tampoco significa que no lo estemos haciendo ya. Debemos adentrarnos en la realidad laboral y empresarial, la cual es cambiante y retadora, pues nos cuesta encontrar fórmulas para competir con una ventaja abrumadora.

Una vez más reitero que no basta con decirle al departamento de Gestión Humana que sea el que lidere el cambio. Esta vez los líderes de todas las áreas de la compañía deben involucrarse, conocer y ser conscientes del cambio al que nos enfrentamos. Las personas queremos ser importantes para nuestras compañías y cuando esto se siente, el compromiso de las personas será incuestionable, así como sus resultados, que serán directamente proporcionales.

Busquemos fórmulas para que las piezas encajen y los empleados se sientan el mejor cliente de nuestra compañía.

Fuente: Dinero