La naturaleza reclama su espacio en el planeta
Un puma camina por Santiago de Chile, aparece un grupo de jabalíes en Roma y un tucán de montaña hace lo propio en La Calera, Cundinamarca. El confinamiento humano por la pandemia les devolvió a las especies algo del lugar que han perdido.
Las tortugas marinas siempre han depositado sus huevos en el mismo lugar. Lo tienen grabado en el ADN. Bien pueden darle la vuelta al mundo, pero las hembras se las arreglarán para desovar donde lo hicieron sus madres y así será generación tras generación.
Al igual que estos legendarios reptiles marinos, sobrevivientes de la extinción de los dinosaurios, muchas especies de animales tienen incorporada gran cantidad de información genética. Comportamiento, lugares donde aparearse o protegerse, qué comer y qué no, hacia dónde migrar, entre muchas otras características.
Por eso aún se ven en Bogotá garzas y patos migratorios, un poco aturdidos, caminando sobre tierra firme o acurrucados en mitad de un potrero en lugares donde antes había un humedal. Su ADN les indica que deben parar ahí porque hay agua.
Por esa razón también existen tantos reportes de animales atropellados en carreteras que atraviesan lo que alguna vez fueron bosques. Ecosistemas que durante siglos refugiaron fauna pero quedaron fragmentados. Las especies no se equivocan al estar ahí. Simplemente el hombre les puso una vía donde antes estaba su casa. Y así ha hecho con ciudades, industrias, fincas, cultivos, potreros…
Los animales llegaron primero. La humanidad no estableció una relación armónica con la naturaleza, aunque jamás lo había entendido de una manera tan categórica como durante las últimas semanas.
Mientras el mundo empezó a protegerse de la pandemia encerrándose en las casas, los animales le hicieron caso a su información genética y volvieron a su espacio, ahora libre de humanos.
De Neiva a Santiago de Chile, del puerto de Cagliari en Italia a la bahía de Cartagena, en tiempos de covid-19 el común denominador ha sido el avance de la fauna hacia lugares que antes estaban repletos de personas y hoy, vacíos.
Las redes sociales estallaron con fotos y videos impresionantes de un puma por las calles de Santiago de Chile; varios jabalíes en Roma; delfines que saltan en el puerto de Cagliari en Italia y en la bahía de Cartagena; una zarigüeya hembra con cuatro crías en su lomo en Neiva y hasta un zorro en una zona verde del barrio Santa Bárbara en Bogotá.
Un zorro fue visto merodeando por los jardines de un conjunto residencial en el norte de Bogotá. Las redes sociales convirtieron en discusiones importantes el saber si era un zorro cangrejero o no.
¡Jumanji!
Un ciudadano chileno grabó en la madrugada del martes pasado a un esbelto puma que transitaba por las calles de las comunas de Providencia y Ñuñoa, en el nororiente de Santiago de Chile. El animal resolvió entrar a un colegio de esa capital, que estaba vacío.
Un puma juvenil, con 35 kilos de peso, se paseó por las comunas de Providencia y Ñuñoa, en Santiago de Chile, durante la cuarentena por el coronavirus. Sin asomo alguno de temor, el animal se metió en un colegio desocupado.
Días antes, en Neiva, otro ciudadano grabó a una zarigüeya por un andén, con cuatro crías a cuestas. Al ver un árbol, el marsupial se detuvo, lo miró con cautela, y en segundos trepó hacia lo más alto moviendo su larga cola.
Entre uno y otro reporte en las redes, en el humedal de Córdoba, en Bogotá, vistosas aves de plumaje rojo se posaban en las zonas boscosas. Al parecer, según comentarios de tuiteros, se trataba de piranga rubra y piranga escarlata, dos aves migratorias.
Una zarigüeya fue grabada con sus crías en Neiva. Esa especie dispersa semillas en los bosques y es fundamental para su regeneración.
En el mismo ecosistema, en Suba, la Fundación Humedales Bogotá grabó y publicó un video con una mirla bebé que se bañaba plácidamente en un charco de lluvia cercano.
Las redes en Colombia no paraban de reportar este tipo de extraños encuentros cercanos, que incluyeron a un enorme oso hormiguero que atravesaba por la cebra una calle de Paz de Ariporo, Casanare. Mientras tanto, el mundo se maravillaba con acontecimientos tan impensables como una pareja de delfines en el puerto italiano de Cagliari, que maneja un tráfico anual de cerca de 50 millones de toneladas de carga y un millón de contenedores.
La directora de Medio Ambiente de la Organización de Naciones Unidas, Inger Andersen, aseguró en una entrevista a The Guardian que la naturaleza está enviando un mensaje con la pandemia de coronavirus y la actual crisis climática.
“Los animales llegaron primero. Los humanos invadimos su territorio, pero jamás lo habíamos entendido de una manera tan categórica como durante las últimas semanas”.
La funcionaria recordó que las personas están íntimamente interconectadas con el medioambiente. “Si no cuidamos la naturaleza, no podemos cuidarnos a nosotros mismos. Y a medida que avanzamos hacia una población de 10.000 millones de personas en este planeta, necesitamos ir a este futuro armados con la naturaleza como nuestro aliado más fuerte”.
Germán Corzo, biólogo e investigador sénior del Instituto Humboldt, dice que muchas especies se mueven hacia otro lugar en la medida en que su territorio cambia. Pero si encuentran una ciudad desocupada, ahí hay una opción válida porque no existe resistencia.
Las condiciones ambientales menos adversas hicieron propicio el retorno de los animales. Los delfines avistados en la bahía de Cartagena aprovecharon esa opción, y lo mismo hicieron los peces que aparecieron en los canales de Venecia, cuyas fotos aplaudieron los usuarios de redes sociales en el mundo.
Al no haber actividad turística con sus descargas ni decenas o cientos de botes removiendo el sedimento, este se fue al fondo, el agua se aquietó, los procesos químicos tuvieron posibilidades, y el resto corrió por cuenta de la naturaleza. La condición básica es la ausencia de humanos.
Un tucán de montaña fue visto en La Calera, varios jabalíes deambulaban por Roma y aparecieron dos delfines en el puerto de Cagliari, en Italia. Los expertos piden que los cuiden. Vendrán más.
Marcela Portocarrero, bióloga especializada en biodiversidad del Banco Mundial, explica que en el mar la contaminación acústica repele a los delfines. Estos aprendieron a no frecuentar las zonas turísticas por el ruido subacuático –que interfiere con su sistema de ecolocalización– y por el daño que les provocan las hélices de las embarcaciones.
No obstante, ahora los delfines retornaron gracias a un mar depurado de turistas y sus descargas. Ellos aparecen, de acuerdo con Portocarrero, en lugares donde hay peces. Entonces, la buena noticia es que estos también regresaron.
En Europa, explica Corzo, ha pasado de manera reiterativa en los últimos decenios que con la caída de la producción agrícola y los subsidios que no la hacen rentable, la gente abandona el campo y al poco tiempo empiezan a volver las especies silvestres que habían sido desplazadas por el hombre.
Portocarrero enfatiza que es clave que las cuiden y no les hagan daño. “Cuando pase el confinamiento, los animales volverán a retraerse. Pero por estos días lo más probable es que veamos más”.
Para los expertos, independientemente del momento en que la humanidad salga de nuevo a la calle, se esperaría que en su nueva normalidad planteara una relación más adecuada con la naturaleza, menos invasiva, menos depredadora. Tal vez menos mortal.
Aire limpio en grandes capitales
Las drásticas medidas para confinar a los ciudadanos, así como el freno a las industrias y al transporte, trajeron un efecto positivo casi inmediato sobre el medioambiente. Los habitantes de varias capitales han podido respirar aire más limpio y fresco, y ver cielos azules y sin contaminación. La menor contaminación de países como China –que más aporta a esta problemática–, Italia, España y Estados Unidos es, sin duda, un excelente balance para el medioambiente, en el contexto de emergencia sanitaria.
Datos de la Nasa basados en imágenes tomadas desde finales de enero hasta principios de febrero indican que la concentración de dióxido de nitrógeno, uno de los contaminantes más frecuentes en las zonas urbanas, se redujo entre 30 y 50 por ciento en diversas ciudades de China, en comparación con igual lapso de 2019. Por su parte, en Nueva York, según investigadores de la Universidad de Columbia, las emisiones de monóxido de carbono se redujeron alrededor de 50 por ciento en una semana.
El fenómeno se debió principalmente a la baja circulación de automóviles particulares y camiones. Ahora esta realidad se evidencia con mayor impacto en Europa. Ese continente, de acuerdo con nuevos datos basados en observaciones del satélite Sentinel-5P de Copernicus, registra un importantísimo descenso en las concentraciones de dióxido de nitrógeno en grandes ciudades, incluidas Madrid, París, Roma y Nápoles, entre otras.
Fuente: Semana